El padre Carlos Martín Huamán Noriega, Formador del Pre Seminario Santo Toribio de Mogrovejo, muy gentilmente aceptó responder a varias interrogantes, durante una entrevista desde el Santuario Nuestra Señora de la Paz, en la ciudad de Chiclayo, donde enfatizó la importancia en esta Semana Santa, de meditar sobre el gran amor del padre manifestado a través de su hijo único Jesucristo, para que el mundo se salve por medio de él.
Expresó el sacerdote, que es preciso pensar en el amor de Jesús, quien decidió dar su vida en ese sacrificio de amor extremo, el cual le llevó a entregarse completamente y a derramar su sangre por todos nosotros muriendo en la cruz por nuestros pecados. En eso manifiesta el hijo, el amor por toda la humanidad.
Otra de las reflexiones que debemos hacer, apuntó el padre, es en torno al Espíritu Santo que ilumina nuestras mentes para poder reconocer en ese sacrificio de Cristo, el gran amor que Dios nos muestra. Por eso es importante centrar nuestros ojos en el señor. Acompañemos a Jesús en estos días santos, añadió.
-¿ Qué representa para la Iglesia Católica la conmemoración de la Semana Santa?
-Para nosotros los católicos, la Semana Santa, representa la celebración de los misterios centrales de la vida de Jesús. Por eso, con especial predilección en esa llamada la semana que cambió la historia, nosotros nos acercamos más a la figura de Jesús, que entra triunfante a Jerusalén, en el denominado Domingo de Ramos y después seguimos sus pasos a lo largo de estos días santos. Y en especial, el triduo pascual, jueves, viernes y sábado santo, la víspera de la resurrección del señor.
El jueves santo recordamos cómo Jesús instituyó la Eucaristía. Esa nueva pascua después de haber celebrado la Pascua Judía, en el que él mismo declara que el pan que parte y reparte y da a los suyos es su cuerpo. Y que el vino que comparte con los más cercanos es su sangre. Ya el mismo jueves santo, Jesús instituyó el sacramento del orden sacerdotal, como un sacramento de servicio. De allí, también la figura del maestro ciñéndose una toalla y lavándole los pies a sus discípulos.
El viernes santo no hay la celebración de las misas, sino de los llamados oficios referidos a la pasión del señor, a su entrega suprema y de amor en la cruz. Ya para el sábado santo y la vigilia pascual se centra todo. En ese momento precioso, en el que el grito característico de la pascua es que Cristo está vivo y ha resucitado.
-¿Cómo aumentar la fé en la población peruana con tantos problemas que tiene que enfrentar, por ejemplo con respecto a los inconvenientes ocasionados por las lluvias?
-Problemas quizás los tenemos desde mucho antes. Nuestra fé más bien ha logrado hacer que estos inconvenientes tengan un nuevo sentido. En Dios nuestros problemas se han vuelto motivos de fortaleza, motivos en los cuales hemos mostrado esa calidez de hijos o hijas de Dios, o si quieren de hombres y mujeres de buena voluntad. Nos hemos tendido la mano, nos hemos ayudado, ni se diga en tiempos de pandemia.
Ahora en medio de estas precipitaciones en la zona norte del Perú, he visto la fé de muchas personas, no sólo orando, porque lo dice el refrán: “a Dios rogando y con el mazo dando”. También es necesaria la ayuda material y esa ayuda se ha concretado gracias a Cáritas de Perú. Muchos sacerdotes han promovido esas campañas de ayuda y de solidaridad. Es más bien en estos momentos en que la fé nos hace una sóla fuerza, un sólo pueblo, un sólo país, el cual lucha contra la adversidad.
-Progresivamente se han venido perdiendo valores y principios en las familias. ¿Cómo revertir esta situación? ¿Y cuál es la importancia del rol de la madre y del padre en este caso?
-En realidad los valores y los principios no desaparecen, sino que están allí. Muchas familias no saben que ellos llegan a nosotros y a sus hijos en forma de semillas, las cuales hay que cuidar y cultivar para que estos valores broten en cada uno de nosotros. Eso requiere un cuidado no sólo en la infancia sino a lo largo de toda la vida. Se trata de consolidar estos valores, que nos van a ayudar a dirigirnos a lo largo de nuestra vida.
La importancia que tiene papá y mamá es muy grande. Su importancia es vital, porque influyen sobre la vida de los hijos. Es verdad, la ausencia de un padre o una madre no es determinante en la formación de un niño como tal, porque una madre abnegada, un padre que se preocupa realmente por sus hijos, pueden sacar sólos adelante a su familia. Pero la familia, conformada por papá y mamá es una bendición de Dios. Y ellos son los primeros educadores de sus hijos. Son iglesia doméstica, amor manifestado.
-¿Como sacerdote, qué mensaje o consejo le ofrecería a todos los jóvenes chiclayanos y peruanos?
-El mensaje es que no teman. Que se atrevan a hacer grandes cosas. Que se atrevan a soñar en grande. Que puedan ellos vencer sus miedos, las incertidumbres, las inseguridades y cuenten también con el apoyo de los demás. Que ellos son los que están forjando el futuro de nuestro país. Jóvenes valientes que se arriesgan a defender la justicia y la inmoralidad, la violencia. Y que son capaces de la misma manera, de anunciar a Cristo con su vida, con su palabra y con su ejemplo.
Invocamos a esos jóvenes a que se atrevan a vivir. pero intensamente lo que Cristo les propone, el reto que les da y poder llevar su palabra a todos sus rincones. Y si no conocen a Jesús, empezar a conocerlo, que no se sientan alejados ni extraños porque son de la familia de los hijos de Dios.
A los jóvenes, nuestro apoyo y motivación. Que sus iniciativas puedan empezar a dar frutos. Que los planes a futuro, sean los planes que nos llevan a tener una patria cada vez más unida, una nación cada vez más consciente y con Dios eso siempre será posible, si él está con nosotros, quién podrá contra nosotros.
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