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CONVERSACIONES CON MI PADRE

Por : Freddy Uquillas Granados

Sabía que era la última vez que lo vería. Fue una mañana bien temprano cuando salí de la casa, mientras él dormía y no quise despertarlo para despedirme. Definitivamente esa escena, me ha marcado para toda la vida y alimenta mi tristeza y mi sentimiento de culpa.

No sabemos nada de la vida. Sólo dejamos que los hechos ocurran y luego revivir en los recuerdos. Así como revivo en los recuerdos de mi amado padre Fabián.

Solíamos coincidir en muchas ocasiones, a la salida de nuestras habitaciones. Yo por un lado, rodaba la puerta panorámica de vidrio y me sentaba en la butaca del pasillo. Y él por el otro, cerraba la reja de su cuarto y se acercaba hasta el pequeño recibo y se sentaba en otra butaca a mi lado. Era generalmente en la mañanas, con el canto de los pájaros de fondo y una deslumbrante vista a la verde montaña, donde se observaba una carretera por donde transitaban los carros que iban al campo.

Todo era muy espontáneo. Y extremadamente agradable resultaba iniciar esas conversaciones fabuladas con el hombre que me dio la vida. Todo cobraba sentido para mi. Yo entendía o trataba de comprender todo, en medio de las incoherencias. Las hacía coherentes a como diera lugar. Yo era consciente de ello.

Tantos instantes compartidos en los últimos años, antes de venirme a Perú, que jamás había vivido junto a mi padre. Él y yo, en la Casa Blanca. Porque sólo habíamos vivido juntos, en los primeros años de mi vida en medio de un hogar. Y los 5 años aproximadamente antes del año 2018, cuando salí del país.

Ambos en el pasillo, sentados mirando las soleadas montañas, platicábamos de todo. 
Un día me contó, que el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, lo había llamado. Y yo todo asombrado le pregunto: y eso para qué te llamó? . Y él respondió con una sonrisa: para darme un dinero que me debía y de paso me invitó a pasar unos días en su casa, asintió.

Así como este tema fuera de toda realidad, lo cual me hacía imaginar y seguir en la misma onda la historia, hablábamos de anécdotas basadas en la realidad y con todo fundamento. Momentos en que mi padre no parecía tener una patología mental. 

Le encantaba hablar de mi madre. Sacaba la billetera de su bolsillo y muy orgulloso me mostraba la foto de ella y me decía: “yo amé a su mamita”. Y es que mi padre, su cara lo delataba en su sentimiento más profundo. Siempre la amó.

Don Fabián también me contó de su experiencia como visitador médico. Vivencias que tuvo, antes de que repentinamente empezaran a surgir síntomas en él, de la bendita esquizofrenia. 

Me relataba como viajaba en su Ford Opel, color azul, por los estados centrales del país en sus jornadas laborales de visita médica. Y esto lo recordaba con demasiada claridad.

Recuerdo con tanta nostalgia ese 31 de diciembre que lo pasamos los dos. Yo, después de tomarme unos cuantos tragos en la caravana que hacen en el pueblo de San Pedro del Río, le dije: papá vamos  tomarnos unos palitos de Ginebra. Y él me respondió todo alegre:  bueno mijo!. Y es que, a mi papá no los gustaba tomar mucho. Pero ese día estaba decidido.

Ese fin de año, “entre palo y palo”,  las luces de navidad en la ventana y una video llamada con mi hermana Fabiola y JC, terminamos bien prendidos, mi padre y yo. Felices!

Todos los días revive en mi, ese abrazo penetrante que siempre me diste. Esa magia de tu palabra que me envolvía en tu historia y la entendía por el amor que sentía por ti.  Ese padre que siempre nos buscó y manifestó el deseo de vernos y entregarnos el amor desbordado que salía de su corazón,  y que cuando estábamos pequeños tal vez no lo comprendíamos.

Por si acaso no te lo dije o no te enteraste:  papá me encantaba conversar contigo!

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